LA LUZ EN MEDIO DE UNA OSCURIDAD DOLOROSA
LA LUZ EN MEDIO DE UNA OSCURIDAD DOLOROSA
Un mes después de la tragedia, en Quibdó, las familias desplazadas hicieron un ritual con cantos, alabados y agualíes a orillas del rio Atrato. FUE UN ENTIERRO SIMBOLICO Y AHI ES CUANDO LA GENTE SACO TODO ESE DOLOR.
“El testigo” es una exposición fotográfica de Jesús Abad Colorado. Fotógrafo y periodista colombiano, quien durante 30 años ha recorrido aquellos lugares afectados por la violencia y el conflicto armado colombiano. La exposición se encuentra en el claustro de San Agustín, ubicado en el centro histórico de Bogotá, al costado suroccidental de la casa de Nariño; la exposición cuenta con más de 500 fotografías y se fracciona en cuatro salas de acuerdo a las dinámicas del conflicto en Colombia. Este es un relato histórico del país, es una salvaguarda de la memoria de las víctimas cuyas voces han sido amplificadas a través del foco de la cámara de Jesús Abad Colorado. Estas fotografías sublimes son un hito a la memoria que invitan a la responsabilidad colectiva de la historia dolorosa del país dado que, llevan tanto a un reconocimiento como a un proceso de construcción social que se convierte en patrimonio histórico de Colombia, pues como mencionan en el texto “Patrimonio Cultural y memoria. El giro social de la memoria” (Liguime et al., 2018) “el estudio de patrimonio cultural encuentra sentido en la democratización y no en la exclusión”.
El autor utiliza la fotografía como un dispositivo de memoria para relatar la realidad del conflicto armado en Colombia. Ilustra desde el punto de vista de las víctimas todo lo que vivieron en sus comunidades, expone la manera en la que debían dejar sus casas para buscar refugio; todo el dolor de los damnificados se ve reflejado en unas cuantas palabras y en fotografías sublimes, es decir, aquello que causa dolor (Han, 2015, p.17).La fotografía cuenta una parte de la historia, ya que esto es solo lo que él vivió, recorrió y compartió con esas sociedades que fueron cruelmente violentadas por el abuso de poder y el conflicto. Esta guerra, como todas, no diferenciaba si eras anciano, mujer, hombre o niño, no respetaba la dignidad de las personas; además pasaba por encima de los Derechos Humanos. Asimismo, el conflicto en general ha sido agraviado gracias a la invisibilización por parte del Estado, quien, junto a acciones de ocultamiento como eufemismos y silencio, han hecho caso omiso no solo ignorando, sino también agudizando esa realidad desgarradora del país.
Si bien, el silencio parece lucir diferente dependiendo de las perspectivas de cada quien; el autor fotografió los cielos estrellados en lugares donde se ofendió la vida, pues las personas de estos territorios, que habían sido obligadas a desterrarse y luego habían regresado, decían que preferían vivir entre el silencio y el cielo estrellado. Muchos prefieren volver a sus territorios por el valor simbólico de este para ellos, por ejemplo, los Wayú en aquel desierto encuentran la tranquilidad, el silencio y la riqueza que nosotros no podemos ver, como lo describe Jesús Abad Colorado. Los sobrevivientes de las guerras buscan esa calma, ellos precisan que se detengan los conflictos.
Sin embargo, no solo se trata del dolor, sino también de la resistencia, la esperanza y la dignidad de las personas que perdieron sus tierras, de los que no se han cansado de buscar a sus muertos, de todos aquellos que quieren y necesitan parar definitivamente este conflicto, de quienes con la ayuda del reconocimiento pueden empezar a construir un país distinto. La resiliencia es lo que caracteriza a las víctimas, solo ellas saben qué se sintió estar en medio del conflicto, ellas quieren detener el sufrimiento. Este sitio de memoria histórica es patrimonio de la sociedad colombiana, ya que se ha transformado en un recurso para producir nuevas miradas sobre la realidad social. Cada fotografía rescata, recupera, salvaguarda, señala y abre un espacio de resignificación de la historia, identificando el dolor y transformándolo en una huella del país, una historia que no se quiere repetir, y a la cual se pretende otorgar un reconocimiento social.
La exposición es un recorrido cargado de emociones, y de simbolismos, la forma en que se divide y los poemas que introducen la entrada de cada sala como, por ejemplo: <<Y, aun así, me levantaré>> de Maya Angelou, son buenos introductores para lo que se va a encontrar dentro de esta. Las fotografías narran una historia desgarradora, la misma aflora en el espectador sentimientos casi imposibles de contener. Al repasar las imágenes, los ojos se llenan de lágrimas o sientes que el hilito que sostiene al corazón con la boca se tensiona tanto que no puedes hablar por unos minutos. Con esta exposición se entiende el concepto propuesto por Barthes: punctum, pues la obra estremece al observador y lo invita a la reflexión sobre múltiples temas, como el abuso a la mujer; el desplazamiento; el miedo; la resistencia; la esperanza. Y también la indiferencia de una sociedad que pretende ignorar una realidad que se ha vuelto costumbre.
Unas de las fotografías más dicientes es la del entierro simbólico en Quibdó, a orillas del rio Atrato, un mes después de la tragedia de Bojayá, pues la luz de las velas y el símbolo del fuego traduce esperanza y transmutación, pero se siente el dolor tras ellas. También es esencial resaltar la gama cromática que el autor ha decidido usar en su exposición. En efecto, en las primeras salas la mayoría de las fotografías están a blanco y negro, pero en la última sala, se encuentran muchas fotografías a color. Resaltar esta particularidad es muy importante pues el simbolismo de las fotos y las escalas de grises refuerzan la violencia, lo oscuro, el dolor y la aflicción; sin embargo, tal y como lo hemos expuesto, el toque final de las fotografías a color para concluir la exposición, impregnan al espectador de esperanza, de luz, de brillo y parece ser un aliciente para la memoria y la proposición implícita de creer en un cambio. Esto, al igual que las velas, representa ese brillo de esperanza del postconflicto. Una luz que puede eclipsar tanta oscuridad y dolor.
En conclusión, si bien, la exposición “el testigo” narra con profundidad la realidad, debemos tener en cuenta que tan solo es una ínfima parte de la historia del país durante los últimos 30 años de conflicto armado. Aunque se trata de un relato doloroso y estremecedor, su magnitud sigue siendo ignorada y gestionada de manera inconsciente. En efecto, hablamos de secuelas mayores que han influido en todas las dimensiones de los damnificados, estas mismas han cambiado por completo no solo la senda, sino también la vida y la dignidad de miles de comunidades. Pese a su gran impacto y a los agravios a nivel local y regional, la resonancia de dichos conflictos, sus causas, su desarrollo y sus infinitas consecuencias, han tenido una difusión desproporcionada con su realidad a nivel nacional. Dicho esto, debemos resaltar la importancia de la exposición “el testigo” pues al ser presentada ante la sociedad, pretende generar una memoria colectiva sobre el pasado, pero incluso, esas pinceladas sirven también para ilustrar la manera en la que el peso y el eco de las consecuencias del conflicto, siguen teniendo una repercusión crucial en la actual realidad colombiana. En efecto, el autor usa la fotografía como instrumento narrativo de memoria, cada retrato por separado es sublime, pero todos juntos duelen mucho más, el claustro se ha convertido en un sitio de memoria histórica. La exposición nos lleva de la mano a reflexionar sobre la realidad del país, desde el punto de vista de las víctimas, quienes muchas veces prefieren el silencio que moverse a las ciudades, quienes han estado en medio de la guerra interna del territorio colombiano, ellos no son solo sinónimos de dolor, también son el rostro de la esperanza que pretende sobrepasar la indiferencia y el olvido. Esta memoria es patrimonio histórico del país, que, junto con la sensibilización, la transmisión y la resignificación de la realidad visceral y sangrienta, logran entretejer los hilos del pasado y transmutarlos en la memoria colectiva, consciente y respetuosa de la historia colombiana, que, aunque siga siendo subestimada entre silencios, empieza a gritar y a reflejarse por medio de representaciones artísticas que sensibilizan y encienden una luz de memoria ante tanta oscuridad y olvido implantados en el subconsciente social nacional.
BIBLIOGRAFIA
https://patrimoniocultural.bogota.unal.edu.co/el-testigo/ (Liguime et al., 2018, #)
Patrimonio cultural y memoria. El giro social de la memoria (Luis Alegría, Pía Acevedo y Carlos Rojas)
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